Reflexión: ¿Cómo viven las familias esta nueva realidad tan particular como compleja?

por Sabrina Díaz Ibarra

Coach especialista en Género y Maternidad

 

 

 


El 20 de marzo comenzó en Argentina el aislamiento forzado por la pandemia global del COVID-19. ¿Cómo viven las familias esta nueva realidad tan particular como compleja? No es una pregunta que admita una única respuesta, por el contrario, la situación actual nos enfrenta con situaciones y emociones que nos interpelan a todos de forma trasversal: el miedo a salir a la calle por los riesgos de contagio, el miedo por nuestros seres queridos y su exposición al virus, las preocupaciones económicas y/o el miedo a perder el trabajo, los problemas de convivencia, el miedo por el bienestar emocional de nuestros hijos o, en el mejor de los casos, por su desarrollo académico.

A estas preguntas de trasnoche se les suman otras más específicas: ¿Cuál es la función que desempeñamos como madres y padres durante la cuarentena? ¿Qué se espera de nosotros? ¿Qué tiene que pasar en nuestras casas? ¿Qué no tiene que pasar?  El cambio de contexto nos obliga a redistribuir nuestros tiempos y reorganizar los espacios y las tareas, ahora el mundo profesional y la vida familia existen imbrincados, ¿cómo conciliamos en la nueva rutina el trabajo con la familia? Si esto ya era difícil antes de la cuarentena, el desafío actual se vuelve superlativo, no tenemos recetas, la experiencia es inédita.

Como mamá en cuarentena también me pregunto cómo es posible que los momentos en los que me siento confiada y enfocada se alternen con tanta frecuencia con otros en los que me siento agotada, triste, enojada y pensando cuándo va a terminar todo esto. ¿Cómo recupero el equilibrio? ¿Qué dice de mi mundo emocional? Las preguntas invaden mis pensamientos y la ansiedad crece. En estos días de encierro aprendí que nuestra cabeza se desordena, como nuestros pensamientos y, por supuesto, nuestras emociones.

Para bajar la ansiedad, me sirvió pensar la cuarentena como un camino de 100km. Los primeros 50ks son para pensar, dudar, sentir, conectar, poner en palabras, diseñar; los segundos, para equivocarme y aprender. Aprendemos en forma de espiral –a veces vamos para atrás, para salir varios metros más adelante- y no en forma escalonada como nos quisieron vender.

La propuesta, entonces, es que TODOS lleguemos al KM 100 porque, les cuento algo: la cuarentena es una transición, llega a su fin. No sabemos cuándo, no sabemos cómo pero sí sabemos que en algún momento va a terminar y vamos a volver a nuestra rutina. Los expertos en salud mental hablan ya de un cambio tan importante que es poco probable que volvamos a la misma rutina que dejamos el 20 de marzo, no vamos a ser los mismos y la transformación que se encuentra en curso transcurre en nuestras cuarentenas que debemos transitar y descubrir, cada uno, kilómetro a kilómetro.

No existen las recetas, eso está claro, pero les comparto una mirada personal. Los que alguna vez nos pusimos una meta deportiva aprendimos algo: los últimos kilómetros son los más desafiantes. Por varias razones pero, principalmente, porque estamos cansados y mantener el nivel de energía hasta el final se vuelve difícil. Para sumarle dificultad al camino, vamos a tener invitados, esa será una música constante, nunca estaremos solos (como cuando uno se embarca en este tipo de procesos). Esta vez es distinto, en este barco estamos todos, están los chicos. Estos mismos chicos que hace unas semanas atrás tomaron de golpe nuestras agendas con sus demandas, necesidades, pedidos y nos encontraron, en el mejor de los casos, “recalculando”.

Y ahí me pregunto ¿cuántas veces por cuarentena se puede levantar la voz, perder la paciencia o aburrirme mientras hago tareas escolares? ¿Cuáles son las funciones parentales durante una crisis como esta? ¿Hay una lista que nos puedan circular? ¿Y un termómetro para evaluar si vengo bien o mal?

Es cierto que durante las crisis las funciones se alteran, se desordenan, se agudizan las disfunciones familiares, nos faltan conversaciones efectivas y varias veces por día podemos perder el balance emocional. Aceptarlo es parte del camino. Hacernos cargo también.

Soy una gran escéptica de las recetas pero creo que en este momento tan excepcional sí puede servir reconocer el camino que venimos haciendo como padres en la crianza de nuestros hijos, observarlo, honrarlo y ajustar lo que necesitemos para tiempos de aislamiento forzado. Quizás, vamos a tener que sumergirnos en el universo de la maternidad y paternidad en contextos de crisis, de incertidumbre, afinar el canal de escucha de nuestra voz interna e intentar decodificar nuestras emciones y pensamientos desde un lugar nuevo: la duda. El desorden mental propio de los tiempos que corren no se resuelve con recetas porque no para ello nos faltan certezas. Quizás nos demos cuenta que la búsqueda es otra porque cada uno tiene que hacer “su parte” para aprender lo que esta cuarentena le vino a mostrar.

Desterremos miradas críticas y exigentes que nos llevan a un callejón de amargura y frustración y nos empujan en espiral descendente. Seamos amorosos y compasivos con nosotros mismos mientras transitamos este camino desconocido. Sí, estamos haciendo lo mejor que podemos. De ahí partimos.  Sabemos que llegar nos va a transformar, probablemente unos metros mas cerca de ser quién quiero ser, y eso vale todo el proceso.

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