Este 8 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Alfabetización. La UNESCO eligió celebrarlo este año bajo el lema de “Alfabetización para una recuperación centrada en las personas: reducir la brecha digital”. La crisis provocada por la COVID-19 dejó trastornos sin precedentes en el aprendizaje de los niños, jóvenes y adultos. También acentuó las desigualdades ya existentes en cuanto al acceso a oportunidades de alfabetización significativas, afectando de manera desproporcionada a los 773 millones de jóvenes y adultos.
En estos últimos dos años frente a la pandemia mundial se buscaron nuevos métodos de aprendizaje y reglamentaciones para que no se deteriore la educación a nivel mundial. La rapidez con que se tuvo que pasar a un aprendizaje a distancia dejó al descubierto la fractura digital que sigue existiendo en términos de conectividad, infraestructura y capacidad para utilizar tecnologías. La pandemia recordó el papel que desempeña la alfabetización: más allá de su importancia inherente como elemento del derecho a la educación, la alfabetización permite que las personas se emancipan y mejoren sus vidas proporcionándoles más capacidades para escoger la manera de vivir que pudiera resultarles más conveniente.
Desde Innovar Sustentabilidad nos comunicamos con María Mazzola, psicopedagoga y psicoanalista para conservar sobre las consecuencias que dejó la pandemia en los procesos de alfabetización y en la salud mental de los niños y jóvenes. En el 2020 y parte del 2021 vivimos una educación diferente, la cara cara quedó a un lado, todas las escuelas y universidades tuvieron que modificar las dinámicas de aprendizaje. Esta manera diferente de escolarización tuvo que apoyarse en un contexto diferente, un contexto de pandemia, educación nueva, pero no nula.
El confinamiento dejó secuelas en los cambios de estados de ánimo tanto en los niños como en los adolescentes. “Se vio una lentificación de los aprendizajes, se observó en la vuelta a la presencialidad que muchos alumnos no habían incorporado, o no recordaban saberes previos, entonces esos saberes previos estaban anulados”, explicó Mazzola. Este accionar se vio en todas las franjas etarias, un ejemplo simple como la estructura de volver a las casas, merendar y hacer la tarea, necesito de un nuevo entrenamiento.
“En los adolescentes se observó mayor ansiedad, mayor desorganización, miedos debido a la incertidumbre de la pandemia, nunca se sabía que iba a pasar” define la psicopedagoga. Los jóvenes ya más conscientes de la situación que estaba ocurriendo también necesitaron y necesitan de protección para acompañarlos y ayudar a que busquen la manera de concentrarse y seguir estudiando. La continuidad pedagógica tanto en niños como adolescentes es muy relevante para su salud mental, como también seguir con nuestros vínculos.
La alfabetización es un factor del desarrollo sostenible, es parte importante de la educación y del aprendizaje a lo largo de toda la vida. Es el cuarto objetivo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que lo define como esencial para la recuperación centrada en el ser humano tras la crisis del Covid-19. Desde 1967, cuando la ONU y la UNESCO decidieron que el 8 de septiembre se celebraría el Día Internacional de la Alfabetización, se han realizado muchos progresos en gran cantidad de países para que la población aprenda a leer y escribir.
Por Rocío Morabito.